El programa Disonancias nos sugiere incorporar un artista a un proyecto del Centro. Hemos aceptado la propuesta y el equipo de Entornos Urbanos Sostenibles con su Laboratorio de Creatividad urbana acogerá al elegido.
Recientemente, en una presentación del programa, su director Roberto Gómez, reflexionaba sobre los resultados observados en experiencias pasadas, señalando que la diversidad que introduce el artista en la empresa es un arma de doble filo dando lugar a conflictos (en algún caso la cosa no debió acabar muy bien) o a una tensión creativa muy fructífera.
Y es que esperamos, por una parte que una visión, una forma de interactuar, trabajar, e interpretar diferentes nos aporten riqueza creativa. Pero integrar lo diferente genera tensión y conflicto. Y, al mismo tiempo, este conflicto tiene el potencial de constituir el espacio más propicio para la creación.
A mí me preguntaron cuál era la motivación que nos había llevado como empresa a participar en él: ayudarnos a trabajar las ideas.
¿Podemos ver el mundo del arte y de los artistas como fuente y catalizador de ideas? .
El mismo proceso de creación plástica es una buena metáfora del proceso de trabajar las ideas: el artista trabaja la materia para desarrollar la obra de arte. El "ideartista" trabaja las ideas para desarrollar oportunidades.
Y, por qué no? podemos aspirar también a enriquecer nuestro kit de herramientas: el análisis, la simulación, la experimentación. Probar otras herramientas que, hasta ahora, son más naturales en el mundo del arte: la representación, la recreación. Dar cabida al enfoque interpretativo.
Por ejemplo, no limitarnos a pensar que el mercado nos dirá lo que tenemos que desarrollar. Pensar también que en la interacción con usuarios, clientes, socios... pueden surgir posibilidades a partir de interpretaciones nuevas de la situación. Analizar e interpretar. Simular y representar. Experimentar y Recrear.