lunes, 19 de marzo de 2007

Ensayo de hermenéutica

En 1820 el explorador ártico Parry se subió a su trineo y dirigió durante todo un día a sus perros en dirección norte, con el fin de alcanzar su ansiado polo norte. Al terminar el día cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que se hayaba mucho más al sur de la posición que ocupaba al iniciar la jornada. Había estado todo el día avanzando sobre un gran bloque de hielo al que las corrientes oceánicas arrastraban hacia el sur.
Yo tengo mi propia interpretación, pero aprecio que tan pequeño puñado de palabras puede dar inicio a toda una riqueza de interpretaciones que no estoy dispuesto a anular.

¡Qué majo Holdengräben! Diálogo y debate. ¡Qué bien conoce a las personas!

Otro comentario paralelo.
A las ideas nadie las controla. Se le puede dar pomada al cerebro, o cubrirlo en aceite para que salgan mejor (ambientes, motivación...), pero las ideas terminan saliendo solas y de su propia mano. En eso parecen coincidir los más grandes ideólogos. Lo importante es que una vez que estén fuera no se vuelvan a esconder porque no se las entiende. Así, a Mozart se le ocurrían ideas musicales, pero esto él lo sabía porque entendía muchísimo de música. Puede que a mí se me hayan ocurrido ideas musicales mejores que las que se le hayan ocurrido alguna vez a Bramhs o a Bruckner en toda su fructifera vida, pero como no entiendo mucho de música, pues no las he podido sostener afuera de la cabeza y se han vuelto a esconder. A Poincare le venían ideas matemáticas muy importantes, pero sólo lo sabía porque era una de las personas que mejor ha entendido las matemáticas en la historia.

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